Recuperando la inocencia "Sexo con Marc" (CAPÍTULO 5)

viernes, 6 de septiembre de 2013

En el ascensor escribo el mensaje para Marc y se lo envío al salir del hotel. Mientras tanto, intento coger un taxi. Pero parece que al ser sábado por la noche todos están ocupados. Miro al reloj. Quedan 10 minutos para las 22:00 y todavía no encuentro ningún taxi. Detengo a uno y por fin me dice que está libre. 

Contento subo y mientras nos acercamos vuelvo a mirar la hora. Ya son las 22:00. Tendré que buscar a Marc en el restaurante del hotel. Al llegar pago al taxista. Entro en el hotel y me dirijo hacía el restaurante. Alguien me detiene. Un hombre elegantemente vestido dice:

- Lo siento. No puede entrar si no tiene reserva. Si tiene alguna reserva diga a nombre de quién es y le enseñaremos la mesa señor.

- Yo no sé. - digo confuso - Espere un momento - añado teniendo la brillante idea de mandar a Marc un mensaje explicándole que no me dejan pasar. Al rato llega otro hombre vestido con un traje negro.

- Señor Kazuyoshi le está esperando. Sígame por favor. – me dice dirigiéndose hacía la sala del restaurante. 

¡¡Vaya!! El restaurante es todo lujo. No había entrado nunca pero estoy asombrado de todo lujo que hay alrededor mía. Observo en una mesa más reservada y apartada que las demás a un hombre asiático y a Marc envueltos en un diálogo. Marc no parece tenso. De hecho no se ve para nada abrumado o sobrecogido con tanto lujo como yo estoy. Al contrario: parece tan tranquilo y sereno como un pez en el mar. Al llegar a la mesa saludo:

- Buenas noches - No sé exactamente qué hacer. Miro a Marc para que me de las llaves y que me vaya. Pero el japonés me dice:

- Buenas noches, Alex. ¿por qué no te quedas y cenas con nosotros? Yo invito. ¿Y sabes qué? - me dice dirigiendo una mirada muy divertida - ¡Aquí preparan unos postres estupendos!

Me quedo alucinado: ¿Cómo sabe mi nombre? ¿Cómo sabe que me gustan los postres? ¿Marc tiene el suficiente tiempo con sus clientes como para hablar de mi? Según sé él nunca habla de su vida privada con ninguno.

- Bueno, yo no… - no sé qué decir. Estoy un poco mosqueado con Marc ¿Cómo se le ocurre contarle a un cliente sobre mí?

- Kazuyoshi – dice Marc dirigiéndose hacia el japonés - Creo que Alex está cansado. Mejor que se vaya a casa a descansar.

- No - protesto yo rápidamente - estoy bien. Aceptaré su invitación.

El hombre que me había acompañado hacía la mesa me enseña la silla para sentarme. Veo que están colocados sobre mi mesa tantos cubiertos que ni sé para qué sirven. ¡¡Vaya!! Espero que tengan comida comestible y de la que yo pueda manejar los cubiertos sin que pase vergüenza delante de tanta gente acostumbrada a todo este lujo. 

El camarero nos trae la carta. Yo no sé qué elegir. No tienen ni pizza, ni pasta, ni hamburguesa. El japonés le dice al camarero lo que ha elegido por comer de la lista. Marc también le explica lo que eligió de la carta añadiendo algunos detalles sobre sus preferencias por la comida. Parece tan relajado en este tipo de ambiente como si hubiese vivido toda su vida en este mundo. Luego el camarero se dirige hacía mi:

- ¿Qué es lo que le gustaría a usted, señor? - pregunta observándome mientras espera mi respuesta. 

Yo no había elegido nada. De hecho ni sé qué elegir. No sé como son esos tipos de comidas. Nunca he comido en un restaurante como ese.

- De hecho - añade Marc dirigiéndose hacia el camarero - Alex quiere una ensalada de la casa pero sin pepinos. No le gustan los pepinos. Y luego un solomillo de cerdo en salsa de cebolla y queso. Y que esté bien hecho. No le gusta la carne con sangre. Y para beber un zumo de naranja natural. – El camarero se inclina hacía la mesa como dando a entender que ha entendido y se aleja de nuestra mesa.

- Marc me dijo que eres hermoso Alex, pero si te digo la verdad no me había esperado de que fueras tan hermoso - dice el japonés mirando fijamente hacía a mí. Yo bajo la cabeza. 

No sé qué más le habrá contado Marc de mi. Me doy cuenta que tanto el japonés como Marc están muy relajados. Los dos sonriendo y bebiendo de vez en cuando de sus copas. Sin embargo, mi espalda está recta en la silla. Parece que no me puedo relajar.

- Eres tan lindo - ríe el japonés - relájate Alex. Te aseguro de que no te voy a comer. ¿Eres tan tímido normalmente? Creo que es un privilegio para tus clientes ver la cara tímida de un chico guapo como tú. Llevo bastante tiempo contratando los servicios de chicos de casi todo el mundo ya que por temas de mi trabajo, viajo muchísimo pero te juro que nunca he dado con un chico tan lindo y tímido como tú.

Ahhh yo no soy tímido pero es que nunca he entablado conversaciones con los clientes. Los clientes con los que he estado siempre sabía lo que hacer: nos citábamos en una habitación del hotel. Me pagaban. Hacia mi trabajo y me iba. Nunca me han invitado a una copa o a cenar, así que esta situación me es un poco incómoda ya que no sé cómo reaccionar.

- Kazuyoshi, no seas así. Él no es tan tímido como parece. - Me defiende Marc intentando salvar la situación, ya que supongo que habrá observado mi cara de incomodidad. - ¿Qué tal si nos cuentas tu viaje a Grecia? ¿Cuánto tiempo te quedaste allí? – pregunta Marc como si fuera realmente interesado. 

¡Qué bien lo hace! Yo no sé como maneja con tanta facilidad a los clientes. Tiene un don que nadie más que él sabe hacer. Ojalá pudiera yo también algún día hacer las cosas como él. Tendría muchos clientes seguramente. Quizás esta idea de quedarme a cenar con uno de sus ricos clientes no está mal para aprovechar aprender cosas de Marc. Debería estar atento y observar todo lo que hace. Así me servirá a mi también en el futuro. 

El camarero trae la cena y empezamos a comer. Los dos no paran de hablar mientras comen. Algunas veces el japonés habla sobre sus viajes y otras Marc le pregunta cosas de Japón. Incluso me doy cuenta de que Marc sabe palabras en japonés y muchas otras cosas sobre tradiciones y costumbres japonesas. Me doy cuenta que a los dos les encanta hablar sobre el arte de la guerra japonesa, los samuráis y la lucha en general. Quizás es porque a Marc le encantan las artes marciales, sobre todo el judo. 

Al terminar la comida. Marc y el japonés piden un café mientras a mi me traen la carta de los postres. Eso se me da bien elegir. Pongo mi cara sonriente al ver todo lo que hay en la carta y esta vez no sé qué elegir no porque no sé lo que comeré en realidad como ocurrió con la comida sino que estoy tan entusiasmado de que no sé qué elegir entre tantas cosas buenas que hay en toda esa larga lista que ofrece el restaurante. Al final me decido por un postre con chocolate y fresas con un poco de helado de vainilla, y estoy muy ansioso por ver mi postre en el plato delante de mí, así que cuando el camarero aparece yo tengo una impresionante sonrisa. 

Es uno de esos momentos en los que me siento completamente feliz y ansioso de probar el sabroso dulce. Que no me importa nada más en el mundo ni a mi alrededor. Quiero saborear el chocolate combinado con esas fresas que se ven tan deliciosas. 

Mientas el camarero coloca el plato delante de mi yo me quedo un momento contemplando el diseño del plato entero hecho tan cuidadosamente. Nunca había visto una cosa así: El helado de vainilla está esparcido en bolitas pequeñas y las fresas están colocadas sobre un trozo de tarta de chocolate redondo que lleva florecitas y unas cuantas bolitas rosas que no sé qué son en realidad. ¿serán también de fresa? Las tengo que probar. Mi felicidad es plena. 

Cojo la cuchara y pruebo cada sabor. Gimo cada vez que pruebo algo de mí plato. Pero de repente al mirar delante de mí veo al japonés y a Marc observándome sin mediar palabra. Marc me mira como de costumbre: con esa sonrisa que lleva siempre que espera para que yo termine de comer el postre. Sin embargo noto al japonés con una miranda atónita. ¿Tan raro me veo comiendo un postre? Sin embargo no puedo dejar de comer algo tan dulce, tan sabroso  y tan bueno así que dirijo mi mirada hacia el plato y me concentro sobre mi postre.

- ¡¡Vaya Marc!! – oigo decir al japonés. - Me lo has contado pero esto es algo que nunca he visto. Te digo la verdad: me deja sin palabras. Me he quedado alucinado.

- Esa sonrisa es la que más quiero en este mundo Kazuyoshi - le dice Marc al japonés. 

Después de terminar mi postre cojo el vaso para beber mi zumo.

- ¿Quieres otro postre más? – me pregunta el japonés.

- No le digas eso... que si no éste termina con dolor de barriga esta noche. No es capaz de decir que no. Yo mismo le preparo un postre de vez en cuando pero tengo que tener cuidado con la ración que hago, que si me paso y preparo de más, no se abstiene hasta que no acaba todo. Y te juro que ha tenido muchos dolores de barriga por este asunto y aun así no lo entiende - dice Marc seriamente. 

El japonés no para de reír. Hasta tiene lágrimas en los ojos de tanta risa.

- ¡¡Marc, por favor!! Que hace mucho que no río de esta manera. No puedo más... Ya soy demasiado viejo para estas cosas. - Coge una servilleta y se seca las lágrimas aun riendo de vez en cuando.

- Bueno Kazuyoshi - dice Marc - cuando quieras nos vamos. Ya es tarde y no quiero que Alex esté a estas horas circulando por la ciudad.

- Estaba pensando - dice el japonés mirándome directamente - en ofrecerle a Alex una buena cantidad de dinero si se reuné con nosotros. Bueno... en realidad, estoy cansado esta noche. Me gustaría en vez de eso ver un espectáculo entre vosotros dos. ¿Qué me decís?

- Kazuyoshi, no - dice Marc con firmeza. 

Su cara cambia completamente. Es seria y casi furiosa. ¡¡Vaya!! ¿¿Así que se permite poner esa cara delante de los clientes??

- ¿De cuánto dinero estaríamos hablando, señor Kazuyoshi? Quizás a mi me interese la oferta. – Digo yo mirándole directamente a los ojos.

- No - grita furioso Marc.

- Así que cuando se trata de negocios, no eres tímido. Esto me gusta. ¿Qué tal 1000$ por hora Alex? Solo tu y Marc. Tu serás el pasivo. No quiero intervenir entre vosotros. Si te corres antes de una hora los 1000$ son tuyos y si aguantas más, pagaré cada hora que aguantes. Aparte Marc se llevará lo suyo como siempre hemos acordado. – me dice el japonés sin hacerle caso a Marc. 

Así que está ofreciendo muchísimo más de lo que me he perdido esta noche con ese cliente. Quizás no fue tan mala la idea de venir aquí. Yo y Marc nunca hemos practicado sexo pero confío en él más que a nadie en el mundo. Me parece una idea estupenda.

- No. Yo no quiero – Marc se dirige hacía el japonés - Kasuyoshi, ya sé cuál es tu juego y lo que piensas. Pero no es así. ¿Me permites hablar un momento con Alex, por favor? 

El japonés  asiente con la cabeza. Marc se levanta de la silla y me coge del brazo.

- Vamos - dice con la mirada casi furiosa. Salimos del restaurante y nos paramos en un pasillo grande del hotel. - Alex por favor toma la llave y ve a casa. No quiero que sigas más aquí - me dice mostrándome la llave.

-  ¿Pero que te ocurre, Marc? ¿Estás loco? - le grito mirándolo directamente a los ojos. - Hace unos momentos me decías que rechace a ese cliente, porqué según tú, puede ser peligroso. Y ahora, nos ofrecen toda esa cantidad de dinero por hacerlo entre nosotros. Te das cuenta: ¿Tanto dinero en una hora? ¿Pero en qué estás pensando Marc? Explícamelo porqué yo no te entiendo… 

Miro a Marc y veo que se queda con la mirada fija en un punto sobre la ventana del pasillo. ¿Le tiemblan las manos? Sus ojos brillan como si fuera a punto de llorar. Sus labios tiemblan mientras intenta decir algo:

-  No es así como quería que sucediera, Alex - dice en voz baja y ahogada. 

Mueve su cabeza hacía otro lado. Ya no le puedo ver bien la cara. Apenas si pude oír lo que dijo. Pero estoy casi seguro de que fue eso lo que dijo... aunque no entiendo qué quiere decir ¿Se refiere a que me llamó para darme la llave y al final ocurre que yo me quedo con él en la cita con su cliente? ¿Habré estropeado sus planes de esta noche? 
De repente me doy cuenta de algo: Marc nunca cuenta cosas de su vida personal a los clientes. Siempre es desconfiado. Una de sus reglas básicas que he aprendido de él es que nunca tenemos que dar nuestro verdadero nombre o demasiada información sobre nosotros mismos a los clientes. Siempre que conocemos a los clientes utilizamos un alias. El mío es Aiden y el suyo es Mario. Así que lo que me extrañó fue que este cliente japonés sabe demasiado sobre su vida. De hecho Marc dijo que se conocen incluso antes de que él mismo se viniera a San Francisco. Al teléfono me dijo que llevan una relación con mucha confianza. Marc no tiene confianza en los clientes normalmente. ¿Estará enamorado de su cliente? Me acuerdo la cara sonriente que tenía cuando hablaba con el japonés sobre las armas y las tácticas de lucha. Parece ser que tienen mucho en común.

- Lo siento Marc - digo yo arrepentido, acercándome a él - Si tienes algo con ese cliente, puedes decírmelo ¿Sabes? Si he estropeado vuestra noche…

- ¿Piensas que estoy enamorado de ese cliente? – Marc se gira para mirarme. Tiene una mirada como si estuviera herido.

- Yo no sé qué pensar, Marc. Si no explicas bien lo que ocurre realmente no veo otra cosa en qué pensar realmente. Si no es eso ¿Por qué no quieres hacerlo conmigo? Lo haces con un montón de clientes y ahora a mi me rechazas. Y no me digas que es porque sabes que soy menor de edad. Llevo mucho tiempo practicando sexo con clientes y ya lo sabes Marc. ¿O es que acaso te parezco tan repugnante que no sabes cómo decírmelo?

De repente me doy cuenta de que siempre fui un libro abierto para Marc. Desde el primer día que nos conocimos sabía cosas sobre mi sin que yo las haya contado. ¿Cómo no se me ha ocurrido esto antes? A lo mejor él puede ver el color oscuro del vaso que llevo. Un escalofrío me inunda el cuerpo. ¿Así que Marc sabe también el color de mi alma? Sabe que soy tan sucio que no me merezco nada. Eso sí que es repugnante y sinceramente lo entiendo.

- Vale Marc - añado yo - ya entiendo. Tienes razón, soy tan sucio y repugnante que uno no puede hacer eso también. Ya has hecho bastantes cosas por mí y te lo agradezco. – Cojo la llave de su mano y decido marcharme de allí cuanto antes. Pero Marc me abraza en sus fuertes brazos, está detrás de mí así que no le puedo ver. Quiero darme la vuelta para preguntar.

- Shhh... - dice en voz baja casi ahogada. Me acerca con sus brazos fuertes a su pecho. – No digas nada. No me mires Alex. Solo dejame un momento…

Yo me quedo quieto. Nunca he visto a Marc así. Seguramente para él es algo desagradable estar con un chico como yo. Hasta yo me siento tan sucio a veces, me quedo en la ducha horas frotándome la piel y aún después de eso no consigo quitar nada de la suciedad que llevo. Todavía noto como se sigue quedado allí por debajo de mi piel. No puedo limpiar ni un solo centímetro, por mucho que me esfuerzo, sigue sin salir. Muchas veces utilicé lejía pensando que sería una solución. Pero aun con eso, notó como la suciedad invade mi cuerpo entero. No sale por mucho que yo quiera, Marc. No sale. No quiere salir. No puedo limpiarme. Mi alma sigue siendo tan oscura como la noche y no puedo hacer nada más.

- Eres la persona más bella, cálida e inocente que he conocido en toda mi vida. Nunca digas que eres sucio o repugnante, Alex. ¿Me oyes? – Pregunta Marc ahora con la voz un poco más recuperada. Hunde su cabeza en mi nuca y oigo su respiración agitada. Al ver que no digo nada vuelve a preguntar:

- Alex, ¿has escuchado lo que te he dicho? – Yo asiento lentamente con la cabeza:

- Si - digo mientas estoy pensando que seguramente está haciendo lo que siempre hace conmigo: me ayuda por compasión. 

Siempre veo en él esa mirada de compasión dirigida hacía mi. Y ahora que sabe la verdad sobre mí sé que es un amigo de verdad. Me ayuda y me apoya aunque sabe realmente de qué color es el líquido que lleva mi vaso.

- Gracias... - le contesto y me giro para que le coja yo entre mis brazos.

- No es un cumplido, Alex. Es la realidad. Y no quiero que pienses otra cosa distinta nunca más. – me dice levantándome un poco desde el suelo hacia sus brazos fuertes.

- Si Marc, lo entiendo. Y gracias por ser mi amigo. Eres como el hermano mayor que nunca tuve. Me has ayudado mucho y quiero darte las gracias por todo lo que haces por mí. Y sinceramente no me importa si no quieres tener sexo conmigo. Lo entiendo perfectamente. No hace falta que te expliques. Siento haberte presionado con esto.

Marc me deja en el suelo y me sube la barbilla para mirarle a los ojos:

- No has entendido nada, Alex. ¿Eso es lo que piensas? - me pregunta serio e inquisitivamente. 

Nos quedamos unos segundos mirándonos el uno al otro. Es curioso: noto a Marc como si estuviera sufriendo. ¿Tanto dolor le he causado?

- Ven - dice. Me agarra del brazo y me atrae hacía el restaurante. Llegamos a la mesa del japonés que al vernos acercándonos hacía él deja de hablar por el teléfono y cuelga. - Aceptamos tu propuesta, Kazuyoshi - le dice Marc al japonés - vámonos de aquí.

El japonés no añade ninguna palabra más. Se levanta de la mesa y los tres salimos hacía su suite. Al entrar me quedo alucinado por ese lujoso suite: el techo es muy alto. El salón es enorme. En la terraza hay un inmenso jacuzzi. Las vistas quitan el aliento, ya que estamos en una planta muy alta desde donde se puede ver la ciudad entera.

- Por aquí – dice el japonés dirigiéndonos hacía una habitación inmensa con una cama King size y con unas cortinas enormes colgando del techo. El japonés cierra la luz del salón y pone una silla justo en la entrada del cuarto.

- Marc – dice el japonés - quiero que enciendas la luz que hay sobre la mesita de noche. Yo apagaré esta del dormitorio y me quedaré aquí sin intervenir. Pueden empezar cuando lo desean. – coge una bebida del mini bar y se la prepara en un vaso con hielo, se sienta en la silla y apaga la luz mirando hacia nosotros como si fuera a mirar la tele. 

Mientras, Marc enciende la luz de la mesita de la noche. Únicamente nos vemos Marc y yo en la habitación grande con esa luz tan débil. No puedo ver al japonés. La luz débil de la mesita de noche no alcanza hasta donde está. Sé que está allí porque oigo el ruido de los cubos del hielo cuando mueve el vaso. Sin embargo, no puedo verle. 

Marc se queda cerca de la cama y me atrae hacia él. Sus ojos brillan ¿Será por felicidad? ¿Excitación? ¿O le entran ganas de llorar? No estoy seguro. Me envuelve entre sus brazos fuertes y me besa en los labios con tanta pasión que me quedo sin aliento. Su boca sabe muy bien. Y el olor de Marc me encanta. 

Me dejo besar por esos labios tan deseosos y ansiosos. Me atrae más cerca todavía y escucho los rápidos latidos de su corazón. Su lengua explora mi boca y la domina por completo. Nunca he besado a alguien de esta manera. 

¡¡¡Dios!!! No es de extrañar que los clientes se quedan contentos con él... Sinceramente, con unos cuantos besos que me ha dado, ya estoy excitado. Tommy dice que Marc tiene suerte con los clientes, pero no es así. Marc se lo cura muy bien. 

Noto que cada movimiento que hace parece como si fuera una atracción real. ¿Pone tanta pasión con todos los clientes? ¿Cómo hace para que esos movimientos apasionados parezcan como si de verdad deseara a la persona con la que tiene sexo? 

Yo siempre digo que un prostituto es un actor. Yo, por ejemplo, sé lo que tengo que hacer con un cliente en la cama. Hago las cosas de manera casi mecánica. Muchas de las veces no se me pone dura o no me corro, aunque en realidad a los clientes no les importa ese aspecto porque siempre hago de pasivo. Hay muy pocas veces en las que me corro y sinceramente creo que es cuando estoy demasiado cargado por así decirlo y me sensibilizo más cuando ocurre. 

Pero sexo como con Marc ahora: tan apasionante, tan metidos en el papel. Nunca lo he experimentado. Marc es un actor estupendo. Perfecto diría yo. Debería aprender de él. Empieza a quitarme la ropa empezando con mi camisa bajando sus besos en mi pecho. Empieza a lamer y a mordisquear cuidadosamente mis tetillas. Oigo mis gemidos. ¡Qué raro! Yo no gimo así... ¿Será que ahora confío tanto en Marc que me abro completamente a él? ¿O es porqué es tan bueno en esto que nadie puede resistirse a él?

Un poco avergonzado de los ruidos que estoy haciendo miro hacia donde sé que está el japonés. Sin embargo, como no puedo verle no sé si está allí. Intento acallar un poco mis gemidos para ver si escucho el ruido de los cubos de hielo. Pero ya no se escucha nada. Parece como si allí no hay nadie. De hecho noto como si no hay otra presencia más que nosotros dos: yo y Marc. ¿Se habrá ido? ¿Pero qué digo? ¿Cómo puede uno pagar tanto dinero por un espectáculo al que ni siquiera mira? Esto no es posible. Seguramente está allí y yo no noto su presencia. 

Marc se quita la camiseta. Noto que él también está duro. Desciende lentamente sobre mi vientre besando y lamiendo con vehemencia. Abre mis pantalones y me los baja agarrando mi dura polla. Quita también mi ropa interior y de repente envuelve su boca en mi duro y húmedo pene. 

En ese momento, noto como mi cuerpo entero se convulsiona por una pasión que nunca he sentido antes y dejo escapar un largo y profundo jadeo echando la cabeza hacía atrás. Coloco mis manos en el pelo de Marc y le guio lentamente con un movimiento dentro y fuera de su boca. Dios, que bien se siente... Mis jadeos se intensifican. Quiero correrme ya, pero Marc se aparta. 

¡¡Vaya!! Le dirijo una mirada suplicante. No quiero que pare. Él me sonríe arrodillado a mis pies y besa mi vientre suavemente. Se levanta y se quita los pantalones y los boxers. ¡¡¡Dios!!! Tiene todo un arsenal allí abajo. Nunca había tenido la ocasión de observar la desnudez Marc. Esta es la primera vez. 

Y me quedo mirándole sin poder apartar mis ojos de su cuerpo. Se parece a uno de esos gladiadores que tanto aparecen en las estatuas antiguas: sus músculos están muy bien delimitados, casi a la perfección. Con esa luz tan débil, parece que cada movimiento suyo sea muy romántico, muy sensual. Es tan sexy, no me extraña que sus clientes sean de tan buena categoría. Seguramente caen rendidos a sus pies. 

Me lleva hacia la cama y me tumba sobre ella. Busca en el bolsillo de sus pantalones, saca un preservativo y un tubo de lubricante. Se coloca junto a mi en la cama y empieza a besarme con la misma pasión que antes. Ahora explora mi boca lentamente. Y yo me dejo llevar por cada uno de sus movimientos. 

Me abraza fuerte. Conozco la calidez de esos brazos. Son los brazos tan protectores que me calman cada vez que tengo una pesadilla. Me siento cómodo y tranquilo allí. Me siento tan a gusto y protegido… 

Empieza a lamer el lóbulo de mi oreja y desciende sus besos sobre mi cuello. Sus respiraciones son entrecortadas. Mis gemidos son profundos y largos. Baja suavemente, besando mi cuerpo y vuelve a tomar mi duro y cimbreante pene en su boca. Casi me corro al instante. Pero vuelve a parar sus movimientos. Deshace el tubo de lubricante y se pone poca cantidad en su mano. 

Vuelve a introducir mi pene en su boca e inserta lentamente un dedo en mi agujero. La sensación es demasiado buena. Noto como de repente ya no soy yo. Mis gemidos y mis jadeos son lascivos. Hago ruidos que nunca había hecho antes. Cuando Marc llega a introducir el tercer dedo, coge después el preservativo y se lo coloca. Me da la impresión que su miembro es más grande todavía. Se pone sobre mi y empieza a besarme nuevamente con esos besos llenos de pasión que él sabe dar. Coloca su miembro en mi agujero y lo introduce lentamente. 

Una sensación de calidez me inunda el cuerpo entero. Cuando lo introduce hasta el final, se detiene y se queda mirándome a los ojos. Yo le dirijo una mirada de suplicia para que continúe... que no se detenga... para que siga continuando, dándome ese placer que nunca antes había experimentado. Sin embargo, Marc se queda mirándome. Sus ojos casi llorosos me penetran con una mirada tan dulce. Nunca había visto a Marc mirándome así. 

¡¡Dios!! Que buen actor es. Está tan entregado en su papel que casi me lleva por completo y olvido que es un juego al que tenemos que jugar. Empieza a besar suavemente mis labios y con los mismos movimientos lentos entra y sale  de mí. Las sensaciones me inundan. Mis jadeos son cada vez más profundos. Marc sube el ritmo y oigo su respiración entre cortada. Empiezo a temblar incontroladamente. Se aleja de mi boca mientras continua con el mismo ritmo pero esta vez mirándome a los ojos. 

Yo siento que no puedo más. Mi cuerpo entero se convulsiona incontroladamente y el liquido espeso y blanco sale a chorros entre nosotros sobre mi vientre. Marc me observa con esa mirada penetrante llena de brillo en los ojos. Entra y sale de mi un par de veces más y acaba en un gemido profundo hundiendo su cabeza entre mi hombro... 

“Te amo” - oigo en una voz jadeante y muy baja. Apenas si pude escucharla. Pero no creo que me ha parecido. 
¡¡Vaya!! Pues sí que juega su papel de amante hasta al final... Yo no creo que sea capaz de meterme tan bien como hace él, jugando el papel con mis clientes. Ahora me doy cuenta de que él es todo un profesional de primera. Me alegro de haber hecho esto con él. Así he conocido otra parte suya que no sabía que existía hasta ahora, y por otra parte, así puedo yo también aprender más sobre este trabajo. 

Nos quedamos un rato jadeando sobre la cama. Marc se levanta de la cama:

- Quedate aquí. Enseguida te traigo una toalla para limpiarte y nos tomamos una ducha después. 

Llegando hacia la puerta del baño enciende la luz y miro hacía la silla del japonés. Pero está vacía. ¿Cómo es posible esto? ¿Ha pagado por algo que no ha visto? Marc llega con una toalla húmeda y me limpia el vientre.

- Ven. Vamos a ducharnos. El cuarto de baño es bastante grande y cabemos los dos en la ducha – dice Marc cogiendo mi mano para guiarme hasta el baño. En cuanto cierra la puerta le digo:

- Marc, el señor Kazuyoshi no ha estado allí. ¿Te has dado cuenta? ¿Crees que hay algo que no le haya gustado y que por eso nos dejó solos? ¿Qué si no nos va a pagar?

Marc se detiene de repente delante de mi como si fuera una estatua. Se queda mirándome un rato sin mediar palabra. De verdad que hoy no sé lo que le pasa. Hoy estuvo muy raro todo el día. Ya no lo entiendo más.

- Alex, ¿Qué tal te pareció? – pregunta Marc rompiendo el silencio.

- ¿El qué? – digo yo ya que no sé exactamente si se refiere al japonés o a otra cosa.

- Lo que acabamos de hacer - contesta Marc en voz baja.

- Pues me has impresionado - le digo yo sonriendo. Noto que su sonrisa también aparece - Marc, eres un actor estupendo. Haces todo como si fuera real tu pasión. ¡Por Dios! Tengo que aprender de ti. Juegas tan bien tu papel que no me extraña para nada como es que consigues tan buenos clientes. Lo que hemos hecho me alegra un montón. Creo que hoy he aprendido mucho de ti. Eres un profesor estupendo y te prometo que seré un alumno muy aplicado. Quiero conseguir en el futuro clientes como los tuyos. 

De repente veo que Marc cambia su cara sonriente a una mirada tensa. Ahora es demasiado sería. No articula ninguna palabra pero veo como sus brazos tensos tiemblan. Su barbilla también. Se gira hacia la puerta y dice:

- Es mejor que vaya a ver qué tal el señor Kazuyoshi. Tu toma una ducha. Luego después de hablar con él me ducharé también - y sale por la puerta dejándome solo en el cuarto de baño. 

¡¡Vaya!! ¿Qué le habré dicho que le haya enojado tanto? Me meto en la ducha intentando dar vueltas al asunto: Claro que sé lo que le ocurre. Es de hecho el mismo tema sobre el que discutimos siempre: ¿Cómo podría hacerle entender que yo tendré que conseguir mis propios clientes? Es por eso que su estado de ánimo cambió tan de repente. 

Pero a mí no me importa. Tendré que ser firme en lo que quiero así se acostumbrará con el tiempo y entenderá de que yo no soy tan débil como él me ve a mi, y que igual como él consiguió llegar a tener buenos clientes, yo también lo haré con el tiempo. Se lo demostraré. Da igual si me queda un año hasta obtener la mayoría de edad. Hasta entonces haré mis propios clientes, y al cumplir los 18 años espero que ya no me vea como a un niño y dejará de hacer de mamá gallina conmigo. 

Salgo de la ducha y me seco con unas toallas suaves y blancas. ¡Que sensación tan agradable! Sería estupendo tener clientes de esta categoría, que te lleven a este tipos de hoteles de lujo y que puedas comer esos postres tan deliciosos. Salgo del baño y me visto. No veo al señor Kazuyoshi ni a Marc por ninguna parte. Pero al rato me doy cuenta de que se escuchan voces en la terraza del salón y me acerco.

- No sé qué decir, Marc - dice Kazuyoshi sentado en un sofá que hay cerca del jacuzzi. Con el vaso de wisky en la mano. Mirando hacía el horizonte. – Sabes muy bien que mi intención fue otra. Me esperaba a que las cosas salieran bien.

Marc está apoyado en la barandilla de la terraza mirando hacia la ciudad.

- Sabes que sufro mucho. Lo que hay entre nosotros… Bueno, nuestra relación creo que empezó mal desde el principio. De hecho me doy cuenta con cada día que pasa que el amor se intensifica solo por mi parte. ¿Cómo podría mostrar ese amor, Kazuhoshi?

- Lo siento mucho, Marc - contesta Kazuyoshi - nos conocemos desde hace mucho tiempo y creéme: no me gusta verte sufrir así.

¡¡¡Vaya!!! ¿Así que Marc está enamorado del señor Kazuyoshi, pero este amor no es correspondido? No tenía ni idea de que Marc está enamorado. Así que es verdad que les he estropeado la noche con mi obstinación por quedarme. Creo que al menos debería irme y dejarles pasar juntos lo que queda de la noche. No me importa si el señor Kazuyoshi no me paga. Lo que me importa es que Marc se quede feliz... aunque no es amado de verdad. 

¿Cómo podría este hombre no amar a un chico como Marc? Marc es guapo, tiene un cuerpo de envidia, a donde va siempre las mujeres y los hombres se le quedan mirando, es inteligente, y sobretodo, su vaso está llenos de colores cálidos. No cabe duda que para estar aquí en San Francisco desde Brazil habrá tenido malos momentos también, pero esas negras gotas no pueden borrar las colores tan vivos de su alma. Lo sé porque veo que es una persona maravillosa. No sé como el señor Kazuyoshi no puede ver esto. 

Así que me dirijo hacía el dormitorio para coger las llaves, luego camino lentamente hacía la puerta de la entrada, y la cierro cuidadosamente detrás de mí. Salgo del hotel e intento seguir el camino hacía casa.

Los derechos de la obra pertenecen exclusivamente a Anna M.
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